Si es trágicamente cierto que en el ser humano anidan fuertes inclinaciones hacia la destrucción y opresión de sus semejantes, no es menos cierto que se encuentra también en él, como expresaba Rousseau, una repugnancia innata a ver sufrir a quienes son como él, una espontánea tendencia que le empuja a compadecerse del que sufre y a prestarle ayuda. De esta dolorosa contradicción surge un reto decisivo para la ética: conseguir que, apoyándose en esa emoción originaria de solidaridad con el sufriente, afinándola y perfeccionándola, se afiance un principio humanitario que no sólo incite a remediar o paliar los sufrimientos existentes, sino que vaya imponiéndose a nuestras tendencias destructivas y a las expresiones de poder personal y estructural en las que se encarnan. La acción humanitaria deberá ser precisamente el lugar en el que el principio humanitario adquiere progresiva precisión y, a la vez, muestra su eficacia en la lucha contra diversas expresiones del dolor humano. Con todo, éste es un horizonte demasiado genérico, que pide ser concretado un poco más en detalle.
ISBN: 9788474855951 | 978-84-74855-95-1